viernes, 14 de septiembre de 2012

Qué fea la gente que solo gusta de la plata. El dinero como mero fin. No, en realidad no, el trabajo como un medio solo de ganar dinero. Qué vacío. ¿O vale? Hablo de la burguesía pseudo progre, el común de la gente tiene que trabajar para sobrevivir por eso es deprimente que la gente que puede elegir no lo aproveche. En realidad, vale, claro pero qué feo. Es como querer ir a Disney. ¿Quién quiere ir a Disney? Por suerte mis hijos ya fueron, llevados por sus abuelos. Y una vez fuimos a Disney Land y me puse a llorar porque esperé afuera con el bebé y los otros tardaron en salir. Lloré con lágrimas, parada, corriéndome del sol rajante, a que salieran de la casa de Mickey Mouse. Una escena patética. Igual ese viaje estuvo bueno. Paseamos por LA, nos cambiamos en los baños de un mall para ir a la casa del primo Lalo, ese que compuso la música de Misión imposible que todos conocemos. La mansión está un poco venida a menos pero entrar a una de esas de Beverly Hills nos pareció divertido. Después cenamos a las siete de la tarde en un restó italiano hablando en inglés, algo que me hace sufrir. Fue hace tres años. El año pasado pasamos por LA antes de ir a Las Vegas y fuimos al Soho House, el lugar más idiota del mundo, con idiotas que se sienten importantes porque es un lugar exclusivo en el que no se pueden sacar fotos porque van famosos. Después tuvieron que llevarme a comer una pizza porque estaba muerta de hambre y no quise pedir nada por los precios escandalosos. Muchas veces cuanto más feo el lugar más lo disfruto. Otras no. Ayer, por ejemplo, comí con D en Polanco porque tenía que trabajar en su oficina. Antes quise renovar el pasaporte argentino pero me dijeron que volviera en un par de semanas. Nada es serio. Entonces fuimos a comer a Common People, la comida es nada pero la terracita es linda y comer sola con él hace que me enamore más. Estar enamorada es hermoso. El matrimonio es tan burgués. Y sin embargo...
Odio a los gringos porque no entiendo para qué viven. Volvemos a la acumulación de capital como signo de moralidad. Ya lo dijo Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo pero como lo leí a los dieciocho, mucho no me acuerdo. Hace unos años intenté releerlo pero no pude concentrarme. Ahora no sé dónde está. En mi casa los libros se pierden. O alguien se los lleva. Los presto y no tengo control y así desaparecen. Ya conté muchas veces que no me importa. El capital simbólico tiene que circular. La mayoría de los libros que leí no están en mi biblioteca. Tampoco me los acuerdo. Volvemos también al "no sé para qué leo".
¿Hay algo más miserable que el humano? No. La gente mala me supera. Pero si hay algo peor que la maldad es la falta de inteligencia y la combinación, bueh, ni te cuento. Solo la gente brillante debería darse el gusto de ser conchuda, lamentablemente no se estarían expidiendo certificados.
Extraño Buenos Aires y extraño a Domitila. A veces me gusta hablar con gente casualmente. Decir lo que pienso del mundo. La banalidad me aburre. Los chismes, en cambio, para nada. Los amo. Mañana es la fiesta de Pauli, debería estar ahí. Pero estoy más acá que nunca.

Excursus de horas.
Muchos chicos en casa. Simón hizo unas galletas alucinantes con chips de chocolate, cocina mucho mejor que yo, es sorprendente para un varón de diez años. Decidí que de ahora en más voy a rodearme de gente buena y nada más. Una obviedad que no es tal, eh. La combinación de muchos niños y paz me da una felicidad indescriptible. Nunca voy a escribir de verdad porque los adverbios terminados en "mente" me resultan insoslayables.
Ahora los tres juegan con el amigo del Coco a Legos hace horas. Antes jugaron en el parque con los otros tres niños que había en casa. Yo espero a D para ver una peli.
La vida no es más que esto.

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