viernes, 5 de octubre de 2012

Crónica de un viaje a New York parte 1

Estoy metida en la cama aunque para mí son las nueve menos veinte de la noche. El día fue largo y cansador, viajar siempre lo es. Llamé a los chicos y lo habían pasado bien en el cine, fueron los tres con Silvia. Ojalá no tarde mucho en dormirme, muchas veces, a pesar del agotamiento, me cuesta conciliar el sueño.
A las cinco cuarenta y ocho me levanté de la cama, después de despertarme cada hora, nerviosa por la posibilidad de quedarme dormida. Después de un baño rápido, me vestí, cerré la valija, la bajé, puse agua para un café y desperté a los chicos. D ya se estaba yendo a bañar también. Despedí a todos, incluido Axel, que después de dos semanas en casa se volvió cuasi parte de la familia, y partí al aeropuerto. Camilo lloraba y gritaba "no te vayas, mamita". D subió a consolarlo pero parece que no se calmó nada rápido, repetía "me dejan solito". El show me hizo mella pero intento pensar que es esperable que un chico de tres años se comporte de esa manera. Los grandes me abrazaron y me la hicieron fácil.
Encontré a mi madre en el pasillo, antes de entrar a las gates; en realidad, ella me encontró a mí y me lo hizo saber con un grito. Habíamos quedado en vernos en Amex. Por primera vez en ocho años, me dijeron en la máquina donde metés el equipaje de mano que había salido sorteada para una revisión más en profundidad. Una cosa rarísima que por suerte pasó sin mayores sobresaltos. En el lounge no nos agarró wifi así que charloteamos y finalmente nos subimos al avión. El viaje se me hizo bastante corto, leí una novela que me pasó madre porque no había traído ninguna sabiendo que ella siempre porta de más. La cola de migraciones fue gigante y por unas movidas raras que hacen los gringos, terminamos siendo las últimas últimas. Lo único bueno que puedo decir es que el gordo bien wasp de nuestra ventanilla se quedó mirando la foto y cuando le dije que no estaba parecida porque habían pasado muchos años contestó que no, que estoy igual y que cuando vio mi fecha de nacimiento se sorprendió porque pensó que era más joven. De tan contenta hasta le sonreí y él rió con algún comentario simpático que deslicé. Debo confesar que su comentario me puso de infinito buen humor. Las valijas ya estaban esperándonos así que salimos directo al taxi. El tráfico estaba pesado pero charlamos de las cosas que charlamos siempre y no fue grave. Una vez en el hotel, que es una suite horrible pero grande, con wifi rápida y gratuita y bien ubicada (56 y Park), madre se dio un baño y cuando hubo estado lista (la pobre venía viajando desde ayer a la noche), salimos hacia el MOMA. Definitivamente el arte moderno y el contemporáneo son los que más me interpelan. Gusto de de Kooning y de algunos otros. Como los viernes a la noche es gratis, había un mundo de gente. Vimos la muestra de fotografía nueva, bueno, son todas nuevas adquisiciones de fotos contemporáneas que están bastante bien, aunque la foto no es lo que más me copa. Antes de entrar quisimos reservar en el nuevo restó pero no había hasta las diez así que preferimos dejarlo para mañana, dejando ya la reserva hecha. Como a madre le dolían las plantas de los pies y a mí el dedito chiquito del pie derecho, y ninguna estaba fresca, decidimos comer en el italiano de enfrente del hotel. Cuando entramos entendí que con mis casi treinta y cinco, bajaba el promedio de edad en veinte años como mínimo, pero como no me interesa para nada dónde ni qué como, por lo general, y el hambre que arrastraba era considerable, ni siquiera me importó. El mozo era argentino, de San Telmo, especificó con un acento de porteño pasado por unos cuantos años de NY, que es como un porteño más porteño que el común. ¿Será que a mí me pasa lo mismo? No lo descarto. En la mesa de al lado había una pareja de viejitos, con las manos artríticas, tomando con dedicación una botella de vino blanco. Cuando estábamos terminando nuestros pescados, el señor nos preguntó si éramos italianas. Más bien lo dio por sentado, creo que por nuestra gestualidad, sobre todo, porque no oía un catzo (de eso ya me había dado cuenta por cómo conversaba con la mujer). La cuestión es que nos pusimos a hablar, a pesar de su notoria sordera, y estaba muy interesado en que madre le dijera qué es lo que iba a pasar con Argentina. Repitió muchas veces que él iba seguido a Bs As y en un momento dijo que había sido secretario del tesoro y que había ido por el Plan Brady. Después habló mucho de Cavallo llamándolo Domingo. Le preguntamos en qué época había ido mucho a Bs As y dijo que en el 98, no recordaba quién era el presidente por entonces. El viejo hablaba en un inglés muy cerrado y costaba entenderlo aunque más le costaba a él escuchar lo que nosotras decíamos. Cuando madre le dijo que yo era su hija, comentó "she´s very pretty", no tengo que aclarar que el viejo empezó a caerme bastante mejor. Cuando madre se cansó de hablarle en inglés, de que él preguntara muchas veces lo mismo y de que callara a la mujer con un gesto, pedimos la cuenta y marchamos, despidiéndonos amablemente. Una vez acá lo googleamos porque era obvio que era alguien importante y el viejo resultó ser el propio Brady, Nicholas Brady, el creador del plan. Que era republicano y muy reaccionario se notaba a la legua pero ni de casualidad parecía tener solo ochenta y dos años (solo nueve más que mi padre y un abismo en todo sentido). Nueva York está lleno de sorpresas.
Y acá estamos, madre ya intentando dormir y yo por cerrar la compu.
Mañana será otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario