sábado, 6 de octubre de 2012

Crónica de un viaje a New York parte 2

Hoy también estoy metida en la cama pero ya son las once y diez y siento las piernas latir de cansancio. Hace un rato llegamos de comer en el MoMa y valió la pena la reservación. Aunque me da bastante lo mismo dónde como, siempre comer en lugares lindos y ricos es disfrutable. Primero compartimos con madre unos camarones grillados que venían con un acompañamiendo de repollo y una salsita suave y después comí unos círculos de un pescado que por la firmeza de la carne podría haber sido abadejo pero no estoy cien por ciento segura, venía sobre un colchón de choclo con unas almendras y unos mini tomatitos, la salsa era dulzona pero picante a la vez. Lo único que tomo es agua. Madre, en cambio, riega las cenas con una copa de vino tinto pero se abstiene del pan, no puedo decir lo mismo de mí. Esta vez fueron dos porque los segundos platos tardaron mucho y le sirvieron una de cortesía. Se la terminó toda. De postre pedí un domo de chocolate amargo y pistacho, con un helado también de pistacho que estuvo bastante bien. Madre tomó capuchino. Antes de cenar pasamos por Uniqlo y le compramos ropa a los chicos. Bueno, paramos bastantes veces a comprar ropa durante el día. De hecho, no visitamos ningún museo ni galería. Amanecimos a eso de las nueve de la mañana, nos dimos un baño y fuimos a desayunar al lugar horrible en el que sirven el del hotel, que tiene su cafetería en reparación. Después caminamos por la zona, fuimos a la óptica de Park Avenue en la que madre se compra los anteojos, entramos a diferentes tiendas y salimos corriendo hacia el subway para ir hasta Broklyn a encontrarnos con Lauri. Caminamos un par de cuadras por Williamsburg, plagada de hipsters disfrutando de la calidez del sábado y nos encontramos en el Café Mogador. A madre todo le parecía muy "simpático" pero igual a los lugares jóvenes de las ciudades que frecuenta. Es cierto que los hipster son bastante iguales en todos lados, cambia solamente la concentración por metro cuadrado, y Buenos Aires está bastante desarrollada en cuanto a "lugarcitos con onda". La comida estuvo de lo más amable, Laurita es un sol (a madre le pareció divina, "fresca" e inteligente y no es una persona muy fácil de conquistar) y cuando nos estábamos yendo apareció Solana, como si encontrarte con una conocida en el medio de Brooklyn fuera lo más normal del mundo. Una vez que nos despedimos de Lau, hicimos el camino de regreso en la línea L porque no nos daba mucho el tiempo para cruzar caminando, y recalamos en el Soho. Madre hizo unas compras, adquirimos un par de prendas para mis hijos mayores y después conchetiamos por la zona con un café en el medio porque las piernas ya no nos daban para mucho más (a mí además de las extremidades inferiores me dolía la panza de hambre, tomo una medicación que me hace estar famélica cada muy pocas horas). Intentamos volver al hotel en taxi pero fue en vano así que madre se resignó a tomar el subway de vuelta y fue una excelente opción. Ahora leeré unas páginas y mañana sí nos toca muestra de Picasso en el MET y de Warhol no sé donde y una galería que no recuerdo el nombre y un poco de shopping y caminata por el Central Park así que mejor dejo la compu e intento dormirme lo antes posible.

Así New York.

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