lunes, 8 de octubre de 2012

Crónica de un viaje a NY, parte 3

Estoy adentro de la cama, una vez más, pero ahora me duele la panza y la cabeza. Creo que es a causa de un postre gigante que comimos con madre, lleno de helado cremoso. Un asco. La comida del China Grill no condice con ese postre groncho que nos trajeron. Un misterio.
Llevo un día de retraso porque ayer estaba demasiado cansada para escribir siquiera una página. Empezamos el día caminando desde el hotel (56 y Lexington) hasta el Guggenheim (5ta y 89), hicimos la cola un rato bajo la lluvia y vimos la muestra de Picasso Black & White, que me pareció espectacular. La etapa más extremadamente cubista no me interpela demasiado pero tiene unas cosas que me parecen increíbles además de que, por lo general, las obras en blanco y negro me gustan mucho. La exposición está super bien curada, no solo por la elección de la obra sino por la forma en la que están puestos los títulos de las obras y cómo las explicaciones aparecen al final del piso que recorriste. Mechamos con retrospectiva de Rineke Dijkstra, una fotógrafa holandesa que hace unos retratos increíbles. Todo me encantó, además de que el edificio siempre es un placer (el precio es bastante excesivo pero bueno, podés ir los sábados a la tarde y entrar con el "Pay what you wish" aunque como la muestra de Picasso es nueva y hoy era semi feriado, no creo que este finde hubiera sido el indicado). De ahí caminamos bajo nuestros paraguas (tuvimos que comprar uno en la puerta del museo porque yo olvidé traer el mío) a la Neue Galerie, donde vimos Ferdinand Hodler, view to infinity. Al principio me dio una hueva atroz ver la obra de un pintor suizo que me era totalmente desconocido (supuestamente fuimos porque el lugar es muy especial sin saber cuál era la current exhibition) pero al final, sus autorretraros, su historia personal y sus vistas del lago Ginebra terminaron conquistándome. A madre todo lo que sea extramatrimonial o que le suene a "obsesión" le parece muy fuera de la norma. Por mi parte me abstengo de agregar que los excesos y lo "anormal" muchas veces son el motor del arte porque creo que sobra en nuestra relación.
De ahí caminamos a comer a un lugar ni bueno ni barato que madre y padre frecuentan cuando vienen a NY, sobre la 5ta y de ahí en más nos dedicamos a las compras. Nada de cultura, puro consumo de ropa. Al terminar, dejamos las bolsas en el hotel y fuimos a otro de los restó que padres frecuentan cuando vienen llamado Serafina. Nada para destacar pero concurrido y ruidoso como se supone que tiene que ser un restó neoyorkino del Upper East Side, zona de comfort de madre. Llegamos arrastrándonos al hotel después de haber caminado este rectánculo de arriba a abajo, de abajo arriba y de este al oeste y de oeste a este.
Hoy desayunamos una vez más en el bar horrible donde tenemos nuestros vouchers y caminamos hasta la Grand Central y tomamos el tren que nos llevó a Beacon, pueblito a hora y cuarto que alberga el Dia Beacon, museo ex fábrica, enorme y muy lindo, lleno de arte conceptual de los 60s y 70s. Son obras bastante monumentales que no me llegan demasiado. Pero vale la pena ir para verlo porque es muy distinto a todo. Eso sí, la obra que se puede ver de Sol LeWitt es excelente, no lo conocía y me pareció muy grosso. El paisaje desde el tran es hermoso, con agua y árboles otoñales. Este viaje saqué muchas fotos de "cosas", algo que no suelo hacer y que estoy recién "descubriendo". A la ida hablamos mucho con madre pero a la vuelta intentamos descansar. En lugar de comer en el museo, decidimos esperar e ir a Eataly una vez que estuviéramos de vuelta en Manhattan. Así que una vez más, y a pesar de que ya era tarde, caminamos desde la Grand Central, 42 y 5ta, hasta la 23. Eataly es como un mercado bajo techo, donde venden un poco de todo (más bien italiano, como es imaginable) y donde hay pequeñas cocinas con barras de diferentes especialidades. Nosotras elegimos la de vegetales, estábamos bastante famélicas porque eran las cuatro de la tarde y no habíamos comido nada desde las diez. Mi comida, como un patelito de papa y tomates disecados, no fue nada espectacular pero las verduras grilladas de madre estaban muy ricas. La zona daba para pasear pero teníamos que volver a la "zona de comfort" a comprar unas cosas que nos quedaban pendientes (el perfume que madre compra en Saks, la compu del kinder, unos regalitos para los chicos en la tienda del MoMa) y yo no contradigo nada, todo me parece perfecto y pertinente. Esa es la clave de todo: y funciona.
De todas maneras, estoy super mega ultra relajada, disfrutando al cien por ciento, despejando la cabeza, viendo cosas lindas, gastando las piernas y compartiendo con madre unos días de pura tranquilidad. Lo aprovecho y lo agradezco.
Durante el día hay detalles que sé que me gustaría contar pero a esta hora ya olvidé todo. Sé que no tiene importancia. Mañana a las cinco y media de la tarde sale el avión así que esto está llegando a su fin. Hubiera querido pasear más por el Soho, Chelsea, ir al Met a ver la muestra de Warhol, andar más por Brooklyn, caminar por el puente y pasar por Target (uno de mis paseos super preferidos) pero todo no se puede. Seguramente vuelva a NY dentro de no tanto tiempo (la última vez que había estado fue cuando cumplí 30, que vine con D) aunque la realidad es que en los próximos viajes me gustaría conocer ciudades en las que nunca estuve y culturas completamente distintas, de ser posible. Veremos qué nos depara el destino. Por ahora vuelvo a México, mi ciudad (hoy en el desayuno, uno de los chicos era poblano y lo sentí un compatriota), a retomar mi rutina de madre (D se está yendo en este momento a Bs As así que la de esposa esperará unos días más).
New York, New York.

1 comentario:

  1. qué lindo relato. a mí también me encanta el paisaje de Beacon, el río, el muelle, casi más que el museo-galería que está muy bien. hablando de compras, fueron al nuevo uniqlo en la 5ta y la 53? beso

    ResponderEliminar