martes, 6 de noviembre de 2012

Los hospitales son lugares muy tristes, muy deprimentes. Estoy durante muchas horas encerradas en la parte infantil del Hospital Español, llamada Hospitalito, porque Simón está con neumonía. Lo trajimos con mi hermana el domingo a la mañana para una consulta, vinimos por una placa y nunca más salimos. Bueno, yo fui a dormir a mi casa las dos noches pero nada más que eso, desayuné y me bañé y volví para acá. Hace días que no como comida, que no me siento como una persona normal. Creo que desde el viernes, de hecho. El sábado a la noche comimos comida árabe en lo de Paola y Ramiro pero al mediodía habíamos hecho picnic y el día anterior había comido quesadillas en un cumpleaños y el jueves pizza. O sea, hace una semana que no como comida saludable. Un asco todo.
D llegó el domingo a la tarde de Ohio y hoy a la noche se iba a Buenos Aires pero suspendió el viaje. Ahora siento la cabeza partida al medio, creo que es el encierro. Las ventanas no se abren y el aire de los hospitales está viciado por definición. Simón se siente mejor, tose menos, no tiene fiebre desde ayer y hoy ya comió algo. Pero se deprimió. Es obvio: estar internado deprime. Cuando tuve amenazas de parto, embarazada de él, me pasó lo mismo. Hay que volver a casa. Aunque ahí también va a ser pesado pero la logística al menos será más normal. Ahora tengo abandonados a mis otros dos hijos, la casa, la vida. Necesitaría salir a despejar, ver a mi marido (solo compartimos un par de horitas desde el viernes pasado), mirar una peli, hacer deporte, comer sano, dormir sin mi hija al lado.
Pensé que iba a poder escribir pero ya perdí la práctica. La enfermedad y los hospitales llevan al límite. Suelo ser positiva y energética. Fueron días duros y ya están pasando pero al cuerpo y a la mente le quedan marcas, huellas de las experiencias acumuladas este año. El lunes cumplo treinta y cinco años. Y el martes ocho de vivir acá. Pasó casi todo desde entonces. Pero ahora no puedo pensar en eso, estoy en lo inmediato. Solía decir que mis hijos nunca se enfermaban y este año tengo récord de padecimientos intensos.
Suena la máquina de la nebulización y de los masajes de la fisioterapeuta. Por suerte el oxígeno ya no tiene que tenerlo. Dejo acá. Por suerte esto se está terminando.
Necesito que llegue el 2013 con suma urgencia.

2 comentarios:

  1. Que se mejore pronto.
    Yo también necesito cambio de año urgente.

    ResponderEliminar
  2. Un abrazo a traves de internet. Este año fue demoledor, el hospital suma (más bien resta...) muchísimos puntos en ese sentido. Besos y abrazos para Simi y uno reconfortante para vos.

    ResponderEliminar