martes, 26 de marzo de 2013

¿Qué pasó? ¿Dónde quedó el entusiasmo y la certeza de que podía hacer algo? Por ahí, tirados. Adentro: vacío. La nada. Mentira: el tedio y el hastío, batidos en una mezcla infame. Infame. Fuego. Familia. Fantasía. Los chicos de vacaciones, la Semana Santa eterna. El Pesaj inexistente. La pesadez de la existencia. Tuve unos días de gloria. Unos meses. Ahora el bache. Interminable. Infinito. La nada. Quisiera estar lejos. En un campo. Andar a caballo. Hacer mermelada. Leer en papel. Buenos Aires. Ahí el hastío es mayor pero con sentido. Acá, el sinsentido soez. La falta de todo a pesar de que sobren cosas. O no. O no.

Ahora: hacer bolsos, ir a yoga, encontrarme. Tal vez, con mucha suerte. Espero que haya clase. Lo peor sería que se haya suspendido sin previo aviso. Entonces: nadaré. Los chicos dibujan con música de fondo. Si pudiera dibujar. Si pudiera estar con otra gente. Fumar marihuana. Escapar. Esta angustia que se licúa con dolor de panza. Que me hace vomitar. Porque antes había ganas y ahora hay hueco. En fin. Debería estar trabajando pero no. No. Demasiado. Quisiera estar si no en la playa. Tomarme un gin tonic. Mirar el mar. Meterme. La sal sanadora. La sal salvadora. Los amigos ¿existen? Creo que tengo problemitas.

Ya pasará. Como todo.

sábado, 16 de marzo de 2013

Qué fastidio todo. El papa argentino, la reina de Holanda, la crispación, las opiniones extremas de un lado y del otro. Dios, dios. Demasiadas noticias para tan pocos días. Demasiada presión para conectarse con "la realidad". Conectarme. Desde chica soy hiperconectada, con el entorno, con los sujetos, conmigo misma. La hiperconexión tiene altos costos. Como la hiperconciencia. Pero volvamos al fastidio, a mí fastidio: aquellos que se toman demasiado en serio. A ellos mismos, a la vida. Ay esa gente. Ay, aquellos que creen que de verdad hay una sola manera de hacer las cosas. O dos. Aquellos que sienten que tienen "la verdad". Que de verdad la vida hay que vivirla de una determinada manera. Y no hablo de religión, tan en boga en estos días, con este papa nuevo, sudamericano, austero, que se sale del protocolo, posiblemente procecista. No, hablo de otra cosa: hablo de aquellos que se sienten progres, que creen que son amplios de mente y solo miran lo que hacen los demás. Así como tengo baja tolerancia a la gente sin sentido del humor, me repliego al cien por ciento antes los resentidos, los que acumulan suciedad en su interior mirando más hacia afuera que hacia adentro. Lejos de uno, lejos de todos. Los resentidos, los farsantes, los impostados. Los creídos, los altaneros, los aburridos. Si a veces puedo ser una muerta en vida sé que nunca pero nunca jamás voy a mirar para el costado. Tal vez en mi casa de origen se hizo en exceso, en algún momento del paleolítico. Tal vez es a eso a lo que le escapo. O tal vez no, nada que ver.

Entretanto, en México city no hay sol, a pesar de que la gracia de esta ciudad es su clima. Hace frío, está húmedo y solo dan ganas de quedarse en la cama leyendo, mirando pelis y comiendo rico. Como D trabaja todo el día y se llevó a hijo mayor, yo iré con hijos menores a cumpleaños de hijo de conocidos que temo me hayan invitado por compromiso pero que igual me viene bien. A veces hay que adentrarse en terreno enemigo. Es difícil con este tiempo pero lo haré. Si algo me caracteriza es ser aguerrida. A mi pesar.

En fin. La vida pasa, poco queda. Solo la voluntad de que el debe sea más que el haber la mayor parte del tiempo posible.

sábado, 2 de marzo de 2013

Es sábado a la noche. Bah, todavía no son ni las ocho pero fue un día imprevisiblemente frío de fin de invierno que empezó demasiado temprano. Desde hace más de dos semanas que D no está en casa. Tenía que volver hoy a la tarde pero la tormenta que hubo en Buenos Aires impidió que su avión, proveniente de San Pablo, aterrizara y quedó varado en Porto Alegre todo el día. Recién mañana a las seis de la mañana parece que van a lograr salir de ahí y no sabe cuándo podrá conseguir un vuelo para venir a casa.

Podría decir que estoy acostumbrada a la soledad si por soledad entendemos su ausencia. Voy, vengo, llevo, traigo, cuido, organizo, trabajo, hago yoga, nado, salgo, etcétera. El día termina muy temprano, por lo general a esta hora ya estoy en la cama, intentando dormir, con poco éxito, porque el estrés hizo que la fibromialgia volviera.

Escribir es una costumbra perdida, olvidada. La vida, allá afuera, o en archivos de word, me tiene cooptada. Atravesada. El deseo puesto en la productividad aunque no es la literatura. Leo poco, de a poco, cuando puedo. El cuerpo responde de a ratos, la vista se va cansando cada vez más hasta el punto de que el astigmatismo se duplicó en un ojo. Puedo leer los textos solo al ciento cincuenta por ciento.

Pero, por lo demás, sigo siendo yo. Con mis claroscuros, contradicciones, dudas y dificultades. ¿Seré de verdad una persona difícil y abrumadora? Es la pregunta de la semana. Difícil sí, abrumadora... seguramente también. O tal vez no. La introspección a veces me falla. Como la autopercepción. ¿Será que le pasa a todos?

Bajé dos capítulos de la primer temporada de How I Met Your Mother y la peli Silver Linings, ambas sin subtítulos. A ver si el cansancio me permite ver algo, a las siete menos diez de la mañana ya tenía a mis dos hijos varones en la cama, todos despiertos. Fui a la condesa con Domi y los kids a ver el cuenta cuentos del Fondo de Cultura y después cumple en el parque. El día se apaga con gusto. Milo duerme y los grandes miran pelis, cada uno en un lugar distinto.

Mañana es domingo y el martes me voy a Buenos Aires.

Y, así, la vida continúa.