jueves, 11 de abril de 2013

Dormí poquito más de tres horas. Un insomnio que pensé que tenía domado me sorprendió ingratamente. ¿Qué es eso de no dormirse hasta la madrugada? Teniendo en cuenta que a las seis y cuarto de la mañana suena el despertador, cualquier minuto desperdiciado es un drama. Salí a las siete ya bañada y maquillada y me pasé casi cuatro horas en unas oficinas corporativas en las que el aire es, sin lugar a dudas, más denso que afuera. Salí y sentí lo que deben sentir los peces cuando vuelven al agua.
La melancolía, ese defecto congénito incurable, no estaría dándome tregua.
Leo los diario y entiendo poco. O nada. El miedo a la lluvia, la reforma judicial, muertes, presidentes pidiendo perdón, proscripciones en funerales. ¿En qué se convirtió el mundo? ¿Fue siempre este carnaval descompuesto?
El cuerpo no me responde. Y en un rato tenemos el festejo del cumple de Bianca en la plazuela. Las nubes desalientan. El pronóstico habla de sol y calor, ambos esquivos en este preciso momento.
Quiero y necesito dormir. Con urgencia.
¿Cómo puede ser que piense tanto con todo lo que hago?

Es para mí un misterio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario