miércoles, 23 de octubre de 2013

El frío me tomó de sorpresa. Más que el regreso de la lluvia. La temperatura baja más la el gris huracán convierten al día en una cuesta empinadísima. En el sillón de mi estudio, helado, fotos de los chicos cuando eran bebés desperdigadas, salidas de una caja deforme. Las veo, sorprendida, y las ganas de hacer rewind me invaden con la misma fuerza con la que el amor te coopta la panza, con ese dolor tan joven, punzante, acogedor. Sufriente. Porque lo que pasa no vuelve. Esa verdad de perogrullo que olvidamos para sobrevivir.

Salí temprano, después fui por tercera vez a un supermercado en tres días. Perdí el boleto del estacionamiento y lograr sacar el coche fue una odisea indeseable. Como todas las odiseas. Y la nostalgia en todos lados. Y aunque sé que es un poco el frío también es un poco la soledad -D está en la ciudad pero su presencia sabemos cuán escasa es, siempre-, otro poco que se acerca mi cumpleaños, otro poco la vida. Que es así para alguien como yo. Con lo mucho/poco que eso significa.

Escribo con una campera puesta, gruesa y gris como el día, en este estudio desangelado. Escucho canciones tristes: como debe ser. Con ganas de mimos húmedos. Con ganas de ser hija. De un montón de cosas que acá quedan.

Hola blog: seguís teniendo tu encanto. Ojalá no te lea nadie.

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