miércoles, 22 de agosto de 2012

Son las dos y cuarto de la tarde, estoy en mi estudio con la puerta/ventana completamente abierta porque el olor a humedad vuelve el aire irrespirable. Milo canta en la cocina, se nubla de a poco, baja la temperatura y faltan todavía cuarenta y cinco minutos para que lleguen los grandes. A los pobres los buscan temprano a la mañana y los dejan tarde a la vuelta. De todas maneras, y aunque por cábala no debería hacerlo, estoy contenta porque todo fluye. Es decir, a las seis y cuarto cuando nos levantamos, no hay un sí ni un no. Claro que con la ropa ya sacada el día anterior, el lunch preparado, el desayuno estipulado desde antes por el menú, Sivia ayudándome y tiempo de sobra, es difícil que las cosas salgan mal. Pero... siempre existe esa posibilidad con niños de por medio. De hecho, hoy podría haber sido complicado porque ayer los chicos fueron al show de Fanta que producía/dirigía D y volvieron a las nueve y cacho, hora en la que ya deberían dormir hace rato y, sin embargo, no tuvimos contratiempos. Ojalá dure. Después de que partan (hoy fue a las seis cuarenta y tres) Silvia y yo nos volvemos a la cama. Hacemos todo en pijama, yo espero a que se vayan y ella sube antes. Eso sí, después se ocupa de Milo porque yo suelo quedarme dormida. Hoy me levanté a desayunar con D y llegué a verlo un ratito. De todas maneras, en sus tres años y casi cuatro meses de vida estuvimos juntos demasiado tiempo así que cero culpa.
A las nueve estaba en Costco y de ahí fui a Chedraui. Compré fruta en cantidades industriales, ridículas y no sé quién se la va a comer. Ayer, antes de entrar al ginecólogo, pasé por el tianguis de Polanco y compré calabaza, por primera vez estaba bien naranja y dulce, ahora la comeremos con pescado. También compré rosas y un poco de queso Oaxaca. No sé a qué venía todo eso. Ah sí, después trabajé intensamente y pasé por el club a bañarme. Tengo dolor de panza.
Creo que pensé algún tema más universal para desarrollar pero ya lo olvidé. Sigo sin leer una página impresa, creo que ahora mismo voy a tirarme en la cama a intentar entrarle a la novela de Luiselli. Estoy cansada. Los chicos siguen felices con el comienzo de clases. Intento ver la mejor manera de armar el horario de actividades extraescolares pero parece que no existe tal cosa, es un rompecabezas que tal vez necesite de un ingeniero para que la logística cuadre.
En fin.
La vida es así.

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