martes, 9 de octubre de 2012

Crónica de un viaje a New York, parte 5 (final)

Estamos con madre en el lounge de Korean Airlines que es espacioso y cómodo aunque la comida deja mucho que desear: hay solo galletas, unos paquetitos de queso muy difíciles de abrir, gaseosas, cacahuates, unas galletas Oreo y alguna otra porquería semejante. Madre se tomó dos copitas de vino y de postre le entró a las Oreo, no puedo entender cómo le gustan pero le gustan. Vinimos a este lounge gracias al Priority Pass de madre que tiene por Amex, como ellos no tienen su propio lounge te derivan a otro. Hay camas y duchas pero no las probé, todo me da mucha fiaca. Lo único que importa es internet. Es increíble cómo me empezaron a doler las manos ahora que se acerca la vuelta a casa. D está en Buenos Aires.
A la mañana terminamos de hacer el equipaje, fuimos a desayunar una vez más a Midtown, en donde me despedí de mis dos amigos mexicanos (uno era de Puebla y el otro de Guerrero, me enteré hoy, y vive acá hace seis años, cree que en dos más volverá para siempre) y anduvimos por la zona de compras, una vez más. El last minute shopping nos funcionó de maravillas, es increíble lo bien que le hace la presión al consumo. En DKNY estaba Adriana, la vendedora con la que charlamos el sábado, ni bien salios del hotel y a la que le dijimos que regresaríamos. "Oh, you came back, everybody says that but never do it" dijo, o algo parecido. Mientras madre se probaba una camisa de seda natural, Adriana me contó que vive en Queens (mi amigo mexicano también vive ahí) al igual que su familia y la familia de su novio, que es Armenio y que llegó a US a los once años. También me enteré de que quiere viajar y que le encantaría conocer México. La despedí hasta la "next time" y cuando salimos madre dijo "nadie se olvida de vos" cosa que es bastante cierta porque hay días en los que le hablo hasta a las piedras. Otros, por el contrario, estoy callada y reconcentrada, aunque parezca difícil de imaginar.
De DKNY fuimos otra vez al hotel, cerramos las valijas, las bajamos y nos tomamos un café en el Starbucks de Lexington, frente a la Sinagoga Central. Debiera haber algún cartel que dijera que todos los productos son kosher, pero no lo hay.  Para los chicos casi no conseguimos ropa, solo mucho abrigo en Uniqlo. Creo que NY podría ser una de las ciudades en las que me gustaría haber vivido, es una pena que ya es tarde para todo, que ya no soy joven y que no puedo volver el tiempo atrás para pasarme un tiempo sin mayores responsabilidades. En una hora tenemos que embarcar. El tiempo, cuando tenés wifi, pasa volando. Y acá parece no rendir. Tengo una novela para leer en el avión. Mañana vuelve todo a la normalidad, anque el despertador sonando a las seis y veinte de la mañana.
Ahora sí: esto se terminó. Ojalá se repita.
Bye bye NY.

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