miércoles, 3 de abril de 2013

Estoy triste y me siento sola. Como en otras épocas. Pero ahora creo que la limpieza simbólica la hice yo sola, por una necesidad de asepsia, por querer estar en foja cero. Debiera haber tenido un efecto liberador pero no fue el caso. No sé cuál es el caso. Creo que se centra en que los melancólicos siempre vamos a serlo. En que no hay nada ni nadie que pueda suplir este vacío eterno, infinito. El desasosiego como mejor amigo. La sensación de que nadie me quiere. De que algo hice para que eso sucede. Debe ser cierto. Ser fácil nunca fue lo mío. Supongo que hay un poco de ficción, como en casi todo. Supongo que las vacaciones de los chicos no ayudan. Ni que D se esté yendo de viaje por diez días. Ni la distancia.
Argentina es un caso y me entristece. Yo también estoy inundada pero sin pérdidas materiales. Con respecto a lo material: un miedo. El miedo. Todos los miedos. Los de siempre. Ahora con mayor altura, sin agobio, solo ahí, hablándome bajito, casi en un susurro. Solo yo lo escucho. Sola. Soledad. Silencio. Sangre. Así ad infinitum. A mi inconciente se le da muy bien la asociación libre. Si no fuera que estoy obesa cocinaría. Pero me sobran tres kilos. Tres kilos de verdad.
Mientras, trabajo. Y escribo. Y hago ejercicio. Y extraño sentirme plena, satisfecha, querida, valorada. Soy el epítome de las miserias humanas. La tragedia a medias. Que por repetida, sí, se volvió parodia. Soy la sombra de mí misma. Lo que no puede ser. Lo inalcanzable y espúreo a la vez. Soy todo eso y mucho más. Como todos.

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